Carlos del Pozo

La vida en una página

El prodigio de la radio

radiotelefunken

Hace unos días se celebraba el día mundial de la radio. Días mundiales de algo los hay todos los días, en ocasiones multiplicados por dos o por tres. Pero seguramente pocos estarán tan justificados como en el caso de la radio.
A mí la radio me evoca la infancia, aunque con mayor o menor intensidad me ha acompañado a lo largo de toda mi vida. Mi padre siempre decía que antes de la llegada de la televisión, la radio era la auténtica reina de la sociedad, y recordaba los programas míticos como Cabalgata fin de semana, las retransmisiones futbolísticas de Matías Prats, las historias de Pepe Iglesias El Zorro, o seriales como Matilde, Perico y Periquín o Simplemente María. Ese mundo lo retrató fielmente en el cine Sáenz de Heredia con sus Historias de la radio.
Mi más profundo recuerdo me lleva a la vieja Telefunken que tuvimos en casa durante varias décadas. Con dos botones a los lados -uno para el volumen y otro para sintonizar las cadenas-, la pantalla estaba sembrada de nombres de ciudades: Roma, Copenhague, Budapest, Berlín, Atenas. Si he de recordar algún momento ligado a aquél aparato, ese sería el de la noche del 23-F. Todos en casa se fueron a la cama despreocupados por la suerte del país y yo permanecí en la densa madrugada junto a la Telefunken escuchando la cadena SER, con José María García retransmitiendo el golpe de estado como si fuera un partido de Copa de Europa.
Muchos años antes recuerdo el regreso de cada tarde del Colegio Valdeluz en el coche del padre de un vecino, con quien mi padre se turnaba a la hora de llevarnos y traernos a mi hermano, al vecino y a mí. En la radio de ese coche siempre estaba sintonizada Radio Intercontinental y el programa Peticiones del oyente. Canciones de Perlita de Huelva, Marifé de Triana o Juanito Valderrama jalonaban nuestro trayecto. Pero cuando sonaba alguna canción de Manolo Escobar, el padre de nuestro vecino subía el volumen y prohibía cualquier tipo de conversación. Parece ser que el tipo era de Almería, como el famoso cantante.
En mi edad adulta también la radio ha ocupado segmentos de mi vida. Durante la preparación de la oposición grababa cada sábado Asignaturas pendientes, el programa de José Luis Garci en Antena 3 radio. Luego, ya independizado, escuchaba en la Ser El Larguero, con José Ramón de la Morena, cuando nadie le conocía y le seguíamos cuatro gatos, mucho antes de imponerse al entonces invencible butanito. Eso me costó alguna protesta vecinal porque la SER no se escucha bien en la provincia de Barcelona, y para oír la radio decentemente debía dejarla en el suelo de la habitación, quebrando así el sueño de mis vecinos de la planta inferior. También recuerdo cada tarde de por entonces, tras ir a tomar una cerveza con mi novia, que me quedaba en el coche antes de subir a casa escuchando en Radio Nacional a Ángeles Caso El ojo crítico.

Ahora cada vez sintonizo menos la radio, aunque hace no tanto grababa los podcasts de algunos programas para escucharlos en el coche. Puede interpretarse como una traición a mi infancia y, por extensión, a toda mi biografía. Y en verdad que lo siento mucho.