Carlos del Pozo

La vida en una página

Voluptuosa nostalgia

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La pasada semana, después de más de cuarenta años en los kioscos, ha dejado de salir a la calle la revista Interviú, una publicación que en su momento llegó a obtener tiradas de un millón de ejemplares y que últimamente apenas rebasaba los veinticinco mil. Si alguna revista puede erigirse como icono de la transición española, ésa es Interviú sin ninguna duda. Lo paradójico es que naciera tras cuatro décadas de franquismo y solo haya podido aguantar otras cuatro. Pero si atendemos a la abrupta transformación que han sufrido los últimos años los medios de comunicación, y de paso la profesión periodística, no nos debe extrañar el deceso. Antes la precedieron docenas de semanarios, diarios y publicaciones de variado pelaje rendidas a la hegemonía de lo digital.
Interviú era una buena revista en donde se hacía un excelente periodismo de investigación y escribían importantes plumas del columnismo y la literatura. Asuntos como el Caso Urquijo, el GAL, los primeros brotes de corrupción o la trama de niños robados fueron desarrollados en sus páginas con valentía y profesionalidad. Gentes como Umbral, Vázquez Montalbán, Cela, Raúl del Pozo -nada que ver con quien suscribe- o Rafael Chirbes estuvieron en su nómina, así como la mayoría de grandes humoristas: Perich, Gila, Summers, Gallego y Rey, Forges. Todo eso lo valoro ahora con la perspectiva del transcurso del tiempo, porque lo cierto es que en los primeros años de la revista uno era un barbilampiño adolescente que tan solo buscaba en esa revista, ay, las desnudeces voluptuosas de las actrices, cantantes y presentadoras de televisión.
Fue un hallazgo sublime el que logramos mi hermano Javier y yo una noche de finales de los setenta. Vivíamos, recién mudados, en el piso de mis padres de la calle Fermín Caballero, muy cerca de la Ciudad de los Periodistas, y una noche, al bajar a tirar la basura, advino el prodigio. Entonces no había contenedores, ni mucho menos recogida selectiva, y las bolsas de basura y demás desperdicios se apilaban en un rincón del murete que obraba bajo nuestro portal. Allí descubrimos media docena de ejemplares de
Interviú que algún vecino había ocultado pudorosamente tras su bolsa de basura para que el resto del vecindario no lo descubriera. Eran ejemplares de las semanas inmediatamente anteriores a esa fecha. Los ocultamos bajo nuestros abrigos y los subimos a casa como si transportáramos una sustancia delictiva en el control fronterizo de un aeropuerto.
A partir de ese día bajábamos a tirar la basura con mucho ímpetu e ilusión. Cada mes o mes y medio el tipo volvía a ocultar media docena de ejemplares de la revista entre su bolsa y el muro de piedra, de modo que sólo Javi y yo podíamos intuir la existencia de ese tesoro escondido. Incluso recuerdo que una noche encontramos números de un par de años antes, que tal vez habían caído en el olvido en el rincón de su casa; no nos importaba la escasa actualidad de la revista, y además el botín entonces se acercó a la treintena de ejemplares.
No recuerdo nada más sensual que gozar de las desnudeces de aquellas chicas en la soledad del baño, agitando nuestra imaginación y puede que algo más. El elenco es interminable y casi ninguna actriz o famosa se resistió a no posar desnuda para aquella revista. Esas imágenes no volverán, pero forman parte indisoluble de nuestra educación sentimental, y con esos mimbres y otros que nos brindó la vida hemos llegado a ser, mal que bien, lo que somos hoy.
Por cierto que aquella ocasión en que nos hicimos con una treintena de revistas atrasadas fue la última que el vecino abandonó su patrimonio lujurioso junto a la basura. Dedujimos que más que de un olvido se había tratado de una limpieza general previa a una posterior mudanza de domicilio de él y su familia. Una verdadera pena, no lo duden.