Carlos del Pozo

La vida en una página

Sampedro, Sampedro

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Los veranos suelen contener, en lo literario, sorpresas agradables y descubrimientos inesperados. Mientras que durante el curso, docente o judicial, uno consagra sus lecturas a libros muy determinados y a novedades, relecturas o clásicos antes no explorados, en verano suelo escoger esos libros que llevan un tiempo en los anaqueles de casa y que, por una u otra razón, no fueron antes atendidos. La mayor sorpresa es que, este año, el olvido ha comportado durante su lectura un goce muy superior al previsto.
Mi libro rescatado de este último verano es un volumen de José Luis Sampedro llamado
Escribir es vivir. Publicado en 2005, ocho años antes de morir su autor, recoge un ciclo de conferencias que el escritor y economista, ya seriamente enfermo, ofreció dos años antes en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. La edición está ordenada y transcrita por Olga Lucas, su segunda mujer. En el fondo se trata de la autobiografía vital y literaria que Sampedro nunca quiso escribir en vida, y ahí se da repaso, a través de media docena de clases magistrales, a su vida profesional y literaria alternando los acontecimientos vitales más destacados de su existencia y las obras que con el paso de los años fue alumbrando para goce de sus lectores.
Asombra lo suyo la peripecia vital de este hombre. Nace en Barcelona -su padre, militar de carrera, estaba allí destinado-, pero al cabo de un año se traslada con su familia a Tánger, donde vive una feliz infancia. Después recala en un pueblo de Soria y estudia en los jesuitas de Zaragoza. A los dieciséis años aprueba una oposición de funcionario de aduanas y durante la Guerra Civil se enrola en un batallón anarquista del ejército republicano. Acabada la guerra estudia económicas, se doctora y obtiene la cátedra de Estructura Económica en la Universidad Complutense. También trabaja en el Banco Exterior de España, primero en su servicio de estudios y después ocupando la Subdirección General. Y en medio de todo, escribe y publica dos docenas de manuales y estudios de economía y otras tantas obras de narrativa, que son las que le otorgan la fama, procurándole numerosos premios y distinciones, entre otras la de entrar a formar parte de la Real Academia de la Lengua en 1990.
Yo recuerdo cuando Sampedro fue elegido miembro de la RAE. Lo hizo en fuerte competencia hasta el último voto con el otro candidato, Francisco Umbral. Umbral, con la humildad y caballerosidad que le caracterizaban, describió al candidato elegido como un burócrata y un economista, en su tono despectivo habitual. Creo que se equivocaba. De un hombre capaz de escribir durante veinte años un novelón de ochocientas páginas como
Octubre, Octubre levantándose todos los días a las cuatro de la mañana, para después a las siete desarrollar su labor como economista y profesor, no puede decirse que sea un burócrata. Es, sencillamente, un escritor de vocación. Y lo mismo vale para otros libros suyos como El río que nos lleva, que tardó unos cuantos años en dar a la imprenta. Los burócratas, a las cuatro de la mañana, suelen dormir. Y luego en sus negociados, también echan de vez en cuando una cabezadita.
Por cierto que Octubre, Octubre, del mismo modo que Escribir es vivir, habita en mis anaqueles desde hace unas décadas. La edición es la de bolsillo de Seix Barral de clásicos contemporáneos, aquella que llevaba en la portada la firma del autor en letras doradas, y debí comprarla cuando uno estudiaba Derecho, hace cerca de cuarenta años. Es una obra que, por su complejidad, el mismo Sampedro ha reconocido que algunos amigos le han confesado que no han podido con ella. Yo tampoco me he atrevido hasta la fecha. Puede que ahora sea mi momento. Octubre, octubre, Sampedro, Sampedro.