Carlos del Pozo

La vida en una página

Palabras, palabras, palabras

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Mucho se ha hablado, escrito y opinado desde que comenzara el proceso de exhumación de los restos de Francisco Franco. Y nunca se dijeron tantas inexactitudes y se utilizaron las palabras y los términos de un modo tan frívolo, caprichoso e inadecuado. Creo que si el profesor Lázaro Carreter se hubiera levantado de su tumba se lo habría pasado en grande y hasta se hubiera animado a alumbrar una tercera parte de su Dardo en la palabra.
De entrada, numerosos medios de comunicación no se cansaban de repetir estos días que se iba a producir la exhumación del féretro del dictador. Los féretros no son exhumados, pues ésta es cosa que sólo ocurre con los cadáveres. Es igual que, como hace algunos años, cuando se decía que había que acabar con el problema del terrorismo; sin desdeñar que el terrorismo era y es un problema, en realidad con lo que había que acabar era con el terrorismo.
Tampoco nos hemos aclarado con el color de la bandera española. Aceptando que la llamada preconstitucional fuese rojigualda, pues de esa variedad del amarillo se enorgullecía el mismo dictador, desde la Constitución Española de 1978 -lo dice su artículo 4- la bandera española es roja, amarilla y roja.
Los políticos no han acertado en algunos casos en sus descripciones. Pablo Iglesias, líder de Podemos, no se ha cansado en sus mítines de criticar que se hubiese sacado a hombros del Valle de los Caídos al
exdictador. Hombre, por fortuna Franco dejó de ser dictador cuando murió, porque ya nadie le sucedió en esa manera de ejercer el poder. Ex entrenadores y ex presidentes del gobierno hay bastantes, pero precisamente porque después de ellos vinieron otros que ocuparon su mismo cargo para un destino similar. En España, por fortuna y esperemos que por muchos años, no hay ningún ex dictador ni se le espera.
Pero quizá los menos afortunados fueron los nietos del dictador en el mismo acto de la exhumación. Merry, al parecer la nieta favorita de Franco, apodada
la ferrolana y ex mujer de Jimmy Giménez Arnáu -en este caso sí es una digna ex, pues su primer marido se casó posteriormente hasta en dos ocasiones- dijo que se había producido la profanación de la tumba de su abuelo. Su hermano Francis, que se cambió el orden de sus apellidos para llamarse como el dictador, habló de sacrilegio. Una decisión que han tomado los tres poderes del Estado, base de un sistema democrático como el nuestro, no puede calificarse de profanación ni mucho menos de sacrilegio. Todo ello a no ser que se tengan peregrinos conceptos de lo que es la democracia y el estado de derecho, que también podría ser.
Aunque sin duda lo más sorprendente fue la expresión de Francis Franco cuando, en plena exhumación, un policía le intervino su teléfono móvil para que no filmara el trance. El nieto del dictador exclamó colérico:
¡Esto es una dictadura! Y todos los que lo escuchamos nos preguntamos a continuación: Ya, muy bien,¿y lo de tu abuelo qué fue?