Carlos del Pozo

La vida en una página

Un tipo irrepetible

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Marcos Ordóñez es un escritor versátil. Articulista, crítico de teatro y novelista, ha abordado diversos palos de la narrativa, pero donde creo que su prosa luce mejor es en esos libros en los que mezcla sabiamente la memoria, la entrevista y el retrato personal. A mí me gustan especialmente los dedicados al Café Gijón, a los años españoles de Ava Gardner y a las biografías de Nuria Espert -de la que es sobrino- o Alfredo Landa. Big Time, la gran vida de Perico Vidal, que acaba de publicar la editorial Libros del Asteroide es su última entrega, y con todo derecho pertenece este grupo de libros suyos que a mí me gusta más. Y tal vez sin quererlo -el libro tiene su origen en unas crónicas publicadas en El País- puede que sea su mejor obra.
           Muy pocos sabíamos hasta ahora quién era Perico Vidal, pero su nombre es capital dentro de la historia del cine que la industria de Hollywood rodó en España. Ocupando las diversas jerarquías que la asistencia al director de una película posee, Vidal trabajó en películas como Orgullo y pasión, Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago o La hija de Ryan. Esas películas le granjearon la amistad de Frank Sinatra, Orson Welles, Robert Mitchum o David Lean. Pero sin duda lo más interesante de este hombre no fueron las películas en las que trabajó sino la película de su vida. Un periplo lleno de viajes, maravillosas mujeres, fiestas hasta la madrugada y borracheras fenomenales. Y pese al nomadismo de su protagonista, con un domicilio fijo, el Hostal Vidal.
           Hostal Vidal. Así llamaban los amigos de Perico al ático madrileño de Príncipe de Vergara -entonces General Mola- donde vivía y por el que pasó la flor y nata del cine, el teatro y la creación. Algunos se quedaban semanas y meses a vivir; incluso se cuenta que un músico de jazz moró allí tres años. Charlas hasta el alba, cenas donde corría el marisco y el champán, fiestas nocturnas e innumerables correrías llenaron años en los que las libertades, vedadas por el Caudillo, se tenían que ejercer en privado. A uno le hubiera gustado avituallar en el Hostal Vidal alguna noche, y beber un whisky con Frank Sinatra, charlar de cine con Orson Welles o darse un baño en esa piscina donde chapotearon desnudas las más guapas actrices del cine español. Sobre todo esto último.

           El libro se divide en dos partes: la primera es el relato de la vida de Perico contado por él mismo y la segunda, también sobre su vida, narrada por su hija Alana. A primera vista me pareció que la segunda parte sobraba, sobre todo cuando la hija desplegaba en su principio el árbol genealógico de la familia de su madre, una actriz americana de la que se enamoró Perico. Pero de repente el relato da una vuelta de tuerca y esa hija nos cuenta sus encuentros y desencuentros con su padre y, sobre todo, los difíciles últimos años de la existencia de éste, problemas con el alcohol y el dinero incluidos. Ahí se ve de lejos la mano de un escritor, el poder de la literatura, que a partir de la realidad combina acertadamente el azar, los contrastes y los reveses cotidianos. Porque que después de tanto fulgor, derroche y juerga, la vida no te trate demasiado bien, amigos, ese final no es fácil explicarlo ni por el más miserable de los guionistas.