Hacía más de veinte años que no visitaba la Feria del Libro de Madrid. No sé qué sentí la última vez que allí estuve, pero ni por soñación me imaginaba que volvería a ella no como lector, sino como escritor. Por entonces uno andaba aún con sus dudas sobre el alcance de una vocación literaria que sigo pensando que es irrenunciable, aunque faltaba aún tiempo para que esa vocación cristalizara en forma de ocho libros, docenas de relatos y algunos premios. Este fin de semana, en la caseta 322 de la Editorial Autores Premiados sentí durante una hora y media de firmas que muchos sueños se cumplían, pero también que debía continuar y hasta consolidar un empeño que ya no tiene billete de retorno. Viejos amigos, compañeros de la Facultad, colegas de la literatura, editores y una pequeña porción familiar que estuvieron arropándome en mi querido Parque del Retiro me van animar a ello cada día, y créanme: no les pienso fallar.

Empezando el gran día Mis primeras dedicatorias Conversaciones

La caseta de Autores premiados Mi amigo Manolo no podía faltar Con el escritor y amigo Javier Molina



Con el admirador y lector Joaquín Abella Paco Laurel y Tomás España ya tienen mi libro